jueves, 8 de marzo de 2012

Recuerdos I

El calorcito primaveral definitivamente hace que me sienta como cuando tenía 7 años. Salía a andar en bicicleta, jugaba Frutas y Verduras (sí, tabasqueñadas curiosas), Stop, escondidillas y muñecas. Algunas veces nos quedábamos hasta las 11 o 12 de la noche en la calle todos los chamacos reunidos en la calle Caan, y, de vez en cuando, en la Batab. De verdad extraño Tabasco.

Pero no me quejo del todo. Me vine a una ciudad triste y llena de cemento, pero que adquiere color en su gente y su diversidad; en esos pequeños lugares que la gente se va apropiando. Yo me hice de un par de lugares hace muchos años: el parque, la esquina de Geranios con Olivos, la pizzería Arlequín e incluso mi casa, que se apropiaron todos mis amigos para gusto de mis papás.

De unos fines para acá, recorrer a pie o en bicicleta mi propia colonia me ha hecho recrear atmósferas de hace tiempo. A veces el ambiente se siente como si fuera una rica noche en Paraíso, otras me parecen ser aquellas en las que salía a hacer caminata nocturna con Lulú, Ale y Dian -la zona es muy segura, considerando que éstas las hacíamos solas a las 3 de la mañana-. A veces simplemente íbamos a dar la vuelta a casa de un viejo novio, a ver si se despertaba para salir a vernos, otras, era simplemente la cosa de escaparse.

Mi colonia tiene su encanto: el que yo le dí con la gente que quiero. Le doy vida y la recreo en mis recuerdos, con mucho gusto y entonces me inspiro a saber qué tan lejos llegaré... ya no me quiero marchar de aquí.

Dicen que vivir con nostalgia es un estado de depresión. Yo no lo creo así, en realidad, creo que no tengo otra forma de ver la ciudad y sus rincones. Cada uno, al transitarlo, me devuelve la sensación física, mental y emocional que tuve exactamente en ese momento.

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