jueves, 26 de julio de 2012

Todos para uno y uno para todos.

Esta es la historia extragloríficada, más no falsificada de tres mosqueteros contemporáneos, cuya empresa era pelear entre las debacles de la vida y la educación media superior en adelante, contada por la mosquetera remisa.


Ellos eran apenas tres jóvenes, cuyas historias se cruzaron al ingresar a la honorable institución, formadora de soñadores y emprendedores, México Siglo XXI en las tierras de Naucalpan, cuna de la pulquerías como el Tercer Mundo y los Remos, así como lugares de la vida galante como el Bola 8, Pool Dog, Te-kill-ass, El Barril, el Vulvo y Don Quintín.

Esta historia es demasiado larga y en sus detalles podríamos perdernos, por lo que su servidora, prefiere centrarse en hacer una breve reflexión sobre las personalidades de esta triada de jóvenes hijos de las crisis neoliberales y víctimas del pop mundano.

Así, como vemos en esta fotografía, documento fiel de la historia y personalidades que hemos de describir brevemente, encontramos que en medio está el mosquetero más constante y leal. A los lados, dos que no son muy profesionales. Una vez, hace muchos años, ellos prometieron en una legendaria noche de juerga, ser los mejores amigos por siempre y, aunque con problemas, se ha cumplido hasta hoy.

El mosquetero, Rodrigo de Ruiz, de la provincia de que la Quinta verga -justo como él la refería- de las colindancias con la hacienda del Pedregal, en Atizapán de Zaragoza, fue siempre el más prudente. Cuando había problemas, era cauteloso y no tomaba partido. Su mente calculadora, le hizo ganarse el mérito al más maquiavélico de la corte y el equipo, ya que nunca zucumbió a las luchas internas de poder que las otras dos siempre tuvieron en juego. Desde pequeño, el fue un alma servicial que se dedicó al noble servicio de la atención a comensales, abriéndose paso de una forma admirable y digna, siempre fiel a sus ideales. Ahora, se dedica al manejo de los dineros y ayuda pronta de los aldeanos a salvaguardar sus patrimonios. Todo un guarrior.

Trovador de corazón y amante de lo bohemio era un observador y estudioso de la conducta humana, por lo que muchas veces fungió como guía y factor de coherencia para las otras dos integrantes del equipo. Aunque graves, sus problemas, nunca le hicieron perder la sonrisa y ese humor, que de tan simple, a veces molestaba. Era poco ágil, su cabeza era grande y su cuerpo torpe -de vez en cuando su anatomía hacía las veces de delfín-; él siempre se justificaba diciendo que su cuerpo "todavía estaba creciendo" y era por esto que no lo "medía" correctamente. A pesar de esto, las mosqueteras eran sus fieles escuderas, más cuando intentaba adentrarse en las artes de Baco y decidía hacerla de divertimento en las fiestas. A pesar de su poca o nula habilidad para dominar las bebidas embriagantes, el honorable Rodrigo, siempre cuidó de las que decía, eran unos de los pilares de su vida. 

El siempre estaba ahí, para las dos, aunque entre ellas se odiaran.

La mosquetera Alejandra de la Vega, nos podría tomar cientos de caracteres y no terminaríamos de describir sus hazañas en su paso por este mundo. Ella era la de la pasión y el carácter, su irascible e incontenible alma estaba determinada a vivir lo que pudiera vivir mientras este mundo se lo permitiera. Su vida ha sido uno de los casos más admirables para la que narra. Para ella la escuela y las artes de las letras eran cosas minúsculas que sólo la detenían de su verdadero objetivo: el cielo mismo.

Esta mosquetera tenía la pasión de una verdadera guerrera, cuya causa era viajar por donde el viento le permitiera, eso sí, siempre acompañada de un clamato y su buena cerveza. ¿Qué podría detenerla, si tenía la protección divina de su madre en cada momento? Un ser maravilloso, en realidad, siempre lleno de rincones y claroscuros que sólo sus dos leales compañeros pueden entender. Una mujer que a veces poco se puede entender, pero que su gran corazón y carisma sólo pueden lograr que la quieras lejos de toda lógica imperante.

La mosquetera de la izquierda, en cambio, era un tanto más reservada. Un poco más en la espera de lo que su juicio le fuera dictando. Digamos que ella, siempre se sintió abrumada de que su vida era, hasta cierto punto fácil, comparada con sus amigos, así que ella decidió callar y aprender de ellos. Y eso hizo.

En la provincia de San Mateo, de donde era oriunda, los vientos no cambiaron mucho. Cuando sus dos compañeros de la vida se fueron a recorrer tierras lejanas o simplemente encontraron otros caminos, ella permaneció en la espera de aprender una gran lección que estos dos grandes le dieron: cuando la vida te regala dos hermanos más, debes luchar contra todo y todos por ellos.

Un tiempo, la pequeña y cauta mosquetera se alejó y decidió probar otras dinámicas. Recogió otras experiencias. No fue mucho, porque se dio cuenta que la verdad de la vida se compone de esos pequeños momentos en que a su lado sonrío, de sus lecciones, de sus momentos más difíciles y de los buenos recuerdos. 

Cuando los buscó, no fue demasiado tarde. Bien dicen que uno para todos y todos para uno. Aunque los tres tenían graves errores, al parecer podían más los recuerdos de tantos momentos que marcaron sus vidas por siempre. Pero, ya saben, las cosas habían cambiado un poco, y como reza el dicho:

"No es lo mismo los tres mosqueteros, que doce años después"


¿Qué nos esperará, en las nuevas batallas de adultos contemporáneos? Por lo pronto, yo digo que esta mosquetera, tiene una lección más que aprender de sus compañeros. Y tal vez ellos, se animen a aprender de ella, la lección más dura y que la hizo regresar a buscarlos.

¡Nos quedan muchos años, amigos!


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