Del desengaño me quedan
pequeños destellos.
A mi de pronto me brota tu
sonrisa, esa que me volvía loca. Una que otra vez tintinea por ahí el recuerdo
del brillo en tus ojos que ahora sé que es falso.
A veces sólo pienso,
recuerdo y me sonrío, al mismo tiempo que me cuestiono ¿en qué momento pensé
que esto iba a suceder?.
Otros días nada más puedo
pensar que a veces toca aprender los errores de la forma más dura; miro hacia
arriba, me encojo de hombros y me pregunto si algo de lo que pasó tocó en algún
momento ese corazón que antes creía frío y ahora sé que está ausente.
El peor engaño que pudiste
hacerme es permitir que me engañara.
Aún así, te sigo buscando
la justificación perfecta. Me niego a creer lo que realmente eres.
Tal vez ya no esté tan
dispuesta a cargar este peso. Nunca pensé que alguien fuera capaz de robarme
esa fuerza de depositarme en el otro.
Lapidaste el pequeño mundo que
me había construido.
Todo fue mi engaño y esa
pendeja sonrisita que me llevó incoherente por todos estos meses. Todo por tan poco a cambio.
Nada por todo a cambio.
Pero sé bien que mi fiel
espíritu es lo único que no me abandonó. Sé bien que pronto esto tendrá que ser
el más triste de mis recuerdos y para ti la más pesada de tus culpas.
El problema es que yo no
quería ser tu culpa... sólo quería acompañarte por ahí de la mano.
¿Qué tuviste que pasar?
¿Cuánto tiempo te vas a proteger bajo esa creencia que lastimaron tu alma para
seguir lastimando las demás? ¿Me puedes devolver algo, algo, tantito o poquito
de la alegría que sentí el primer día en que te conocí?
Mi mantra para pasar de ti
es:
“Sólo
los muertos se mueren de amor”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario