miércoles, 25 de agosto de 2010

Indígenas, territorios y raperos


Para muchas personas es inexplicable la relación de los indígenas con la tierra.  Es más, para muchas personas no está claro que los indígenas tienen otra concepción del universo que nos rodea, ya que estamos inmersos en la mentalidad occidental.


La propiedad de la tierra y la forma en que la concebimos se modificó cuando a finales de la Edad Media se empezaron a cercar los terrenos y se inició la propiedad privada.  Nuestra idea más recurrente es que la posesión de tierras es equivalente a la riqueza económica, tenga o no tenga una productividad.


Los indígenas, tanto antiguos como contemporáneos, basan el significado de la tierra en algo más profundo que la producción económica derivada de ellas.  La tierra es su vínculo más directo a la madre de todos los seres vivos, es ahí donde están sus muertos y el espacio físico que expresa su transcurso por la vida mundana; es por esto que no podemos concebir como se aferran a la defensa de terrenos secos y salitrosos, como en Atenco o creemos absurda la negación rotunda de los neozapatistas a acatar la modificación que hizo nuestro amiguito Salinas al artículo 27 como método de aplicación  del TLC en México.

Pero la tierra es más que un simple vínculo a nuestra madre, la tierra es el espacio real en el que nuestra gente se desenvuelve, vive, sueña, llora, come, conquista y se desarrolla, es la matria.  Pocos podemos entender el sentido de territorialidad que algunos de los barrios populares heredaron  de nuestros antepasados indígenas, ya que la mayoría de nosotros nos encontramos buscando el asenso en la escala social por medio de la geografía del D.F., es decir, la mayoría tendemos a relacionar nuestro éxito profesional, económico, cultural y social con la colonia en la que vivimos.

Es así como algunos buscamos llegar al centro de la metrópoli para tener accedo a los servicios del equipamiento cultural urbano de la Condesa, la Roma, la Juárez, la del Valle; allgunos buscan el beneficio de status que brindan colonias como Polanco, las Lomas, Tecamachalco, Interlomas o Santa Fe.  O también muchos buscan el significado implícito de ser una familia nice que vive en los suburbios satelucos, por ejemplo.

Esta reflexión viene a mi cabeza porque puedo vincular el sentimiento de territorialidad e identidad que los raperos tienen con sus barrios de origen, con el de los indígenas.  Cypres Hill siempre expresó gran gratitud a su barrio de origen en L.A., del mismo modo, Eminem rindió tributo a Detroit, la ciudad en la que se desarrolló en su horrible película 8 mille. Más para acá, Control Machete, defendió y dignificó el barrio de San  Pedro en Monterrey en sus letras, mostrando que sus raíces eran motivo de gran orgullo.  

Hay algunos compositores contemporáneos que retoman el vínculo entre el ser humano y sus tierras que los indígenas tanto defienden trascendiendo  las barreras culturales y relacionando la identidad regional con una identidad de clase muy particular y, a mi gusto, de una manera muy fina.  Manu Chao y Calle 13 son ciudadanos del mundo o de Latinoamérica que identifican su música con la lucha de clases (de una manera heterodoxa, contraria a los marxistas de la old school), que trasladan de manera geográfica tanto a Europa como a América; sus canciones muestran una realidad paralela entre México, Guatemala, El Salvador, Estados Unidos (el de los migrantes), Puerto Rico, Colombia, Brasil, Argentina, Venezuela, Perú, Cuba, entre otros.  Toman como bandera de lucha la situación de caos, olvido e inseguridad que viven Juárez y Tijuana, dignifican el levantamiento de los pueblos neozapatistas de Chiapas, ensalsan la lucha que los tepiteños tienen en contra del sistema capitalista desde la Invasión Norteamericana, recuerdan los movimientos de mapuches, cocaleros, araucanos y guerrilleros de Sudamérica; recuerdan con agrado los barrios de La Perla, protestan contra la ocupación de Panamá o redimensionan de manera apologética los movimientos clandestinos como la Mara Salvatrucha y la guerrilla colombiana, por ejemplo.  

La defensa del territorio se ha convertido en una seña característica del ser latino y el sentimiento identitario para algunos ha rebasado los sentimientos nacionalistas charros y patrioteros impuestos en el mainstream.  La nacionalidad ahora adquiere significados de clase y pertenencia cultural, identificación de panoramas y empatías humanitarias entre luchas sociales de todas las latitudes sin importar los límites políticos que nos ha impuesto el sistema mundo.

La música es definitivamente la mejor expresión multicultural de este nuevo movimiento.  La globalización tiene su aspecto positivo, y ese es  el de compartir con personas al rededor del mundo, por medio de la música, el internet, el cine, la danza y el conocimiento el repudio a la imposición del sistema occidental de pensamiento, el tedio de la vida cotidiana marcada por la geocultura y el FIRME DESEO DE LOGRAR UN MUNDO EN EL QUE QUEPAN MUCHOS MUNDOS.

...y que viva la música de fusiooooooón!!!
Escuela de los Caracoles Zapatistas

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