viernes, 8 de abril de 2011

Caminar, correr y volar

Andar con los pies es una práctica normal entre la gente del siglo XX y XXI.  De hecho, se ha hecho así durante casi toda la historia de la humanidad. 
De vez en cuando algunos no lo hacemos; solemos usar las manos, las posaderas, de cabeza y, en el peor de los casos, simplemente no vamos pegados al piso y andamos flotando por ahí sin ton ni son. Cuando eso pasa, la humanidad entera se encarga de recordarte del por qué todos han de usar sus pies para desplazarse por la vida y eso es porque si te llegas a caer, tienes un aterrizaje más seguro, común, auxiliable y nunca fatal.  Si corres, podrías lastimarte severamente.  


Pero, si flotas, todo se vuelve de proporciones épicas.  Corres el riesgo de romperte en mil cachitos y en una de esas, cuando intentas recobrar la vitalidad, olvidas insertar un pedazo importante: el cerebro, los ojos, los recuerdos o el corazón.

Para ponerlo en palabras sencillas, podría decirse que hay varios términos en el slang cotidiano que representan esta sensación, pero la verdad prefiero hacer con una imagen bien clara sobre esto.

Las cosas caen por su propio peso y el mio es bastante.  :S

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